EL MITO DE LA LIBERTAD. La trilogía de la revolución francesa (3)


¿Qué es la libertad?

Libertad es la capacidad de elegir.

Los seres vivos somos una estructura material y unos comportamientos.

La libertad tiene relación con la capacidad de elegir nuestra estructura material y nuestros comportamientos.

 

No somos, ni podemos ser, libres, absolutamente libres, totalmente libres, pues no podemos elegir nuestra estructura, ni tampoco totalmente nuestro comportamiento.

Sí podemos modificar nuestra estructura corporal, dentro de unas limitaciones, y también modificar nuestros comportamientos, en cierta medida.

Para poder elegir, primero tenemos que ser, nacer, existir.

Que se sepa con certeza, antes de nacer no elegimos nuestro cuerpo, ni nuestros patrones biológicos, ni dónde nacemos, ni por tanto, nuestros patrones culturales, ligados a la familia y al entorno donde nos educamos.

Una vez que nacemos, y después de un periodo de aprendizaje de cómo funciona el cuerpo, podemos hacer alguna modificación de nuestras estructuras corporales, sociales, y de conducta.

 

La libertad absoluta es un mito. Es imposible de alcanzar. Podemos estudiarla, entender su funcionamiento, sus limitaciones, y ver si la podemos aumentar o disminuir, según nos convenga en nuestro análisis de la realidad.

 

Nuestro cuerpo puede ser educado para alcanzar mayores capacidades, que nos permitan una mayor elección de comportamientos: correr más rápido, resistir mayores esfuerzos, mejorar nuestras sensibilidades perceptivas.

Esos aumentos de capacidades nos permiten más posibilidades de acción, y por lo tanto, mayor libertad de elección.

 

Nuestra conducta está influida por patrones de comportamiento biológicos, que nos dicen cómo actuar en determinadas situaciones. Sería imposible que pudiéramos sobrevivir, si tuviéramos que valorar cada acción de nuestra vida, y considerar su conveniencia.

Es de mucha utilidad, y ahorro energético, tener patrones de comportamiento para hacer cosas, como andar, moverse, reaccionar en ciertas situaciones, respirar, o que el corazón mande la sangre necesitada por todo el cuerpo.  

Somos seres sociales que hemos desarrollado, también, costumbres, o patrones de conducta social o cultural, es decir, formas de hacer cosas que hemos aprendido de otros seres.

Eso también es un tesoro, en cuanto a que nos supone un gran ahorro energético, pues no tenemos que revisar cada acción que otros ejecutaron antes de manera eficiente. Las costumbres, las normas, las culturas, sirven para transmitir formas de hacer cosas, que influyen en nuestro comportamiento.

 

Entonces vemos que tenemos una estructura material, que nos determina en gran medida, nos limita y al mismo tiempo nos da posibilidades de hacer cosas. Sin piernas no es posible correr, sin alas no se puede volar, sin aletas, o alguna forma de propulsión, no podemos desplazarnos por el agua. Esa estructura se puede modificar, para hacerla más eficiente, según nuestra meta.

Limitados por nuestra estructura material, disponemos de una serie de programas, procesos o condicionantes biológicos que nos permiten reaccionar, de maneras rápidas y eficientes, a situaciones ambientales.

Transmitimos nuestras experiencias de comportamiento a otros seres, por medio de la cultura, el aprendizaje o la costumbre.


Todos esos condicionantes influyen nuestro comportamiento.

La libertad juega dentro de esa estructura de materia, de conductas biológicas, y de conductas sociales. Podemos procesar y combinar todas ellas, en busca de una elección de comportamiento.

 

La libertad aumenta o disminuye de dos maneras.

Una es disminuyendo los condicionantes conductuales biológicos y sociales, de tal modo que las elecciones se hagan lo menos influidas por ellos, a costa, quizá, de mayor gasto energético, valorando las alternativas y sus consecuencias en nosotros y en otros. Aunque nunca podremos borrar todos los procesos biológicos que nos ayudan a existir, y a decidir acciones, simplemente podemos intentar ser conscientes de las influencias y condicionantes.

 

Aunque el cerebro de los seres vivos no parece funcionar como un ordenador exactamente, voy a utilizar una alegoría para explicar cómo funciona la libertad.

Un ordenador tiene una estructura material, que además, es posible modificar, aumentando su velocidad o eficiencia.

Los ordenadores tienen programas de funcionamiento para hacer cosas: sistema operativo, procesadores de texto, de imágenes, de sonido.

Además de esos programas de funcionamiento necesita un programa especial. Cuando al ordenador se le somete a una tarea que no tiene un procedimiento o solución específica, o se produce el conflicto entre varios programas de qué hacer, necesita tomar una solución. Solo hay cuatro formas de tomar soluciones: que alguien la tome, que haya un procedimiento en forma de norma, que ante un problema se decida la acción según un procedimiento, que haya un mecanismo de azar que tome una de las decisiones, o que entre los componentes del sistema se vote la decisión adecuada.

Los ordenadores no son personas que toman decisiones, de tal modo que la forma de tomar una decisión se limita a una serie de normas de procedimiento o una decisión por azar.

Cuantas menos normas de procedimiento tenga el ordenador, más decisiones tiene que tomar por azar.

El azar sería el equivalente en los seres humanos de la libertad.

 

Un ordenador toma con más facilidad decisiones si tiene pocos programas de funcionamiento, pero utiliza mucho el azar. Aunque el azar no da seguridad de una buena respuestas al problema. Lo más importante en primer lugar es no estancarse, no reaccionar, es necesario decidir. No tomar decisiones de acción puede suponer la muerte del sistema, y cuando se decide por lo menos se tiene alguna posibilidad más de supervivencia.

De manera contraria, un ordenador es posible que tome decisiones más eficientes si tiene muchos programas de funcionamiento, que condicionan su comportamiento, y buscan una decisión eficiente a cada problema que se le plantea.

Podemos decir lo mismo de los seres vivos, cuantos más condicionamientos disponemos, biológicos y culturales, más posibilidades de elección tenemos, por tanto, mayor libertad; aunque si los condicionantes son tantos, pueden llegar a bloquear el análisis en busca del más adecuado.

 

En resumen: somos seres vivos, necesitamos estructuras materiales para existir; disponemos de programas de funcionamientos biológicos, culturales y sociales, y disponemos de un programa, que cuando no está claro el procedimiento a utilizar, nos sirve para tomar decisiones. Se llama libertad o azar. Y la libertad, o el azar, puede ser aumentada o disminuida, pero nunca es absoluta.



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